El comienzo: El pueblo de Kaldea
19/5/2009, 17:01
Kaldea:
Marius Klensbane, un prometedor mercader de la próspera Valis, hacía ya tiempo que pensaba en ampliar las fronteras de su negocio y dedicarse a algo mayor. Su género era apreciado y codiciado. Comerciaba con especias traidas de las estepas que se escondían al otro lado de las montañas, con el mineral que extraían sus dos compañías mineras, el dinero que le daban las tres posadas que financió para los vacios caminos y sobre todo con la mano de obra conseguida de bandidos, asaltantes y prisioneros. En más de una ocasión había viajado a Narfell para conseguir la mano de obra necesaria para sus propósitos, pero esto era diferente, su deseo no era más que fundar su propia villa.
De ella esperaba encontrar lo que sentía que le faltaba. Reconocimiento, prosperidad y un comercio centralizado sin la necesidad de recurrir a tantos viajes que con los años parecían pasar mayor factura. Su familia viajaba con él dónde quiera que fuera. Su primogénito, Deane, ya había pasado por dos primaveras la veintena, y rozaba la mitad de los años de su padre. Su hija menor, Adriah, era una muchacha impulsiva y jovial, más interesada por los asuntos de su hermano que en ser parte de una operación dentro de los negocios de su padre. Hacía poco que había alcanzado la madurez y muchos de los conocidos de Marius ofrecían suculentos tratos por desposarse con la cándida y rebelde muchacha. Y por último su hermano Jeremías, quien siempre fue incapaz de emprender un camino próspero dentro de las rutas mercantes y se asoció con su hermano años antes para conseguirle los escoltas y los hombres de armas necesarios para cada viaje. Su esposa había muerto tras dar a luz a Adriah y el hecho de que su vivaz hija se pareciera tanto a su madre hacía que le consintiera más de lo que Deane era capaz de soportar; quien siempre había envidiado el trato que recibía su hermana en contrapunto a lo duro que era su padre con él.
Lo tenía todo preparado, un explorador al que contrató le confirmó que cerca de las montañas había un basto terreno deshabitado, los restos antiguos de un gran torreón con un amplio patio y una tierra fertil donde las montañas quedaban a días e incluso horas. Un sitio ideal donde comenzar desde cero.
El principal problema que encontraba ante sí, era trasladar a la cantidad de gente suficiente dispuesta a comenzar de nuevo ante la promesa de las nuevas tierras. Lograr conseguir un abastecimiento rápido de materia prima y mano de obra también era un problema que sus arcas podían solventar, con una última visita a Narfell y vendiendo una de las compañías mineras y dos de las posadas con ello. Para atajar con rapidez al problema comenzó a difundir rumores a lo largo de un año para alentar a las familias deseosas de formar su hogar en una tierra tan prometedora supieran que desde Valis partiría la enorme caravana compuesta por la familia Klensbane, guardias de caravana contratados, servidumbre, esclavos y finalmente los futuros habitantes de lo que al llegar se llamaría Kaldea.
La enorme caravana que recorrió esas tierras fue toda una atracción en cada pueblo que pasaba y Marius con su labia y promesas de cada pueblo conseguía que alguna de las familias sin demasiadas oportunidades en sus tierras se unieran a él con la esperanza de empezar de cero.
A su llegada se instalaron cerca del río Esmel, del lado de las montañas, donde aprovecharon las atalayas que se instalaron durante las "guerras de los pueblos libres" a lo largo del río y el terreno. Desde su asentamiento hasta el término del primer año, las cosas sucedieron con una gran rapidez. A su llegada montaron un campamento y desde el comienzo exploraron los alrededores, boscosos, abruptos, donde las montañas rocosas se alzaban en el horizonte deshaciendo un poco del verde paisaje. La empalizada y los primeros edificios se alzaron durante el primer año, donde aparecieron también las primeras siembras y aún tras la llegada de la caravana el número de seguidores a Kaldea aumentaba por la fama que tuvieron en los caminos.
Los dos primeros años fueron de absoluta prosperidad se alzaron múltibles cabañas, y edifios con cimientos de piedra. Se terminó la empalizada que rodeaba la improvisada villa, y la gran cantidad de esclavos, servidumbre y sobre todo los aldeanos que lo siguieron. Sin embargo no fueron solo familias las que poblaron Kaldea en esos dos años, los rumores y oportunidades que sonaron ligados a su nombre movilizaron a diversos viajeros y buscafortunas que de la mano del nombrado capitán encontraron una manera de hacer rápida e hacer oro a costa de inadagar acerca de los desconocidos alrededores o solucionar problemas en el bosque. Sin embargo, a Marius aún con esa prosperidad le faltaba lo que el siempre llamó la joya de la corona, que no era ni más ni menos que la fortaleza ubicada al otro lado del bosque y hasta la cual no pudieron llegar por la peligrosidad del camino.
Organizó una expedición, y en ella múltiples esclavos gnolls traidos de Narfell, junto con una escolta contratada fueron el principal grueso. Guiados por el explorador que la localizó, Marius y su hijo Deane partieron para conocer lo que sería el fortín de defensa de Kaldea.
En el pueblo aquello fue todo un hito. La gente tomaba a Marius como un salvador dentro de sus funciones, y el hecho de que continuara en la búsqueda de algo mucho mejor para la villa le hizo muy querido por todos. Sin embargo de aquella expedición de marchó nadie regresó, y la incertidumbre y el miedo generados dieron paso a la frustración y desolación. Tanto Marius como su primogénito se habían perdido en la espesura del bosque para no volver, y el orden en Kaldea se tambaleó.
Pese a todo, la determinación y autoridad del capitán nombrado desde su llegada, Hanskel, sirvió para que la calma continuara y para poder prolongarla, Jeremías se nombró alcalde el honor a su hermano. Algo que dejó patente la incapacidad de Jermías para mediar en los negocios y derrochar la fortuna familiar. Adriah Klensbane, la hija de Marius se desligó por completo de su tio, y el golpe que supuso hizo que aquella obsesión oculta por las armas y el mundo de quienes las blandían se convirtió en su nuevo estilo de vida.
Los dos años que sucedieron a la desaparición de su amado fundador, acabaron con la finalización de un gran muro a varias horas del pueblo que iba desde los lindes del bosque hasta la costa fluvial, para intentar mantener a raya a los peligros de la zona, y tener como única preocupación los bosques que quedaron vigilados por los exploradores del pueblo. Poco más destacó en la gestión de Jeremías ya que múltiples de los tratos que tenía su hermano se enfriaron con su muerte y no supo mantenerlos. Con la situación que se acercaba a la aldea comenzaba a surgir la preocupación de cuanto duraría Kaldea si perdiera los suministros que venían de fuera sin haber logrado antes dominar los de la zona. Es por ello que hoy por hoy los viajeros siguen llegando a Kaldea, arrastrados por su fama en el camino, y por la necesidad de la villa de encomendar diversos trabajos a gente de fuera sin arriesgar a su guardia.
A día de hoy tras dos años desde la muerte de Marius la aldea ha pasado del medio millar de habitantes distribuidos entre sus muros y en las granjas de los alrededores. Incluso alguno levantó alguna cabaña cerca de los muros para vivir cerca del trabajo que le encomendaron. Mientras los exploradores vigilan los bosques, los viajeros que llegan reciben el trabajo buscado por parte de Hanskel, quien con el tiempo espera que alguien sea capaz de hacer frente a los problemas que se ocultan más allá del muro sin comprometer la integridad de Kaldea.
Marius Klensbane, un prometedor mercader de la próspera Valis, hacía ya tiempo que pensaba en ampliar las fronteras de su negocio y dedicarse a algo mayor. Su género era apreciado y codiciado. Comerciaba con especias traidas de las estepas que se escondían al otro lado de las montañas, con el mineral que extraían sus dos compañías mineras, el dinero que le daban las tres posadas que financió para los vacios caminos y sobre todo con la mano de obra conseguida de bandidos, asaltantes y prisioneros. En más de una ocasión había viajado a Narfell para conseguir la mano de obra necesaria para sus propósitos, pero esto era diferente, su deseo no era más que fundar su propia villa.
De ella esperaba encontrar lo que sentía que le faltaba. Reconocimiento, prosperidad y un comercio centralizado sin la necesidad de recurrir a tantos viajes que con los años parecían pasar mayor factura. Su familia viajaba con él dónde quiera que fuera. Su primogénito, Deane, ya había pasado por dos primaveras la veintena, y rozaba la mitad de los años de su padre. Su hija menor, Adriah, era una muchacha impulsiva y jovial, más interesada por los asuntos de su hermano que en ser parte de una operación dentro de los negocios de su padre. Hacía poco que había alcanzado la madurez y muchos de los conocidos de Marius ofrecían suculentos tratos por desposarse con la cándida y rebelde muchacha. Y por último su hermano Jeremías, quien siempre fue incapaz de emprender un camino próspero dentro de las rutas mercantes y se asoció con su hermano años antes para conseguirle los escoltas y los hombres de armas necesarios para cada viaje. Su esposa había muerto tras dar a luz a Adriah y el hecho de que su vivaz hija se pareciera tanto a su madre hacía que le consintiera más de lo que Deane era capaz de soportar; quien siempre había envidiado el trato que recibía su hermana en contrapunto a lo duro que era su padre con él.
Lo tenía todo preparado, un explorador al que contrató le confirmó que cerca de las montañas había un basto terreno deshabitado, los restos antiguos de un gran torreón con un amplio patio y una tierra fertil donde las montañas quedaban a días e incluso horas. Un sitio ideal donde comenzar desde cero.
El principal problema que encontraba ante sí, era trasladar a la cantidad de gente suficiente dispuesta a comenzar de nuevo ante la promesa de las nuevas tierras. Lograr conseguir un abastecimiento rápido de materia prima y mano de obra también era un problema que sus arcas podían solventar, con una última visita a Narfell y vendiendo una de las compañías mineras y dos de las posadas con ello. Para atajar con rapidez al problema comenzó a difundir rumores a lo largo de un año para alentar a las familias deseosas de formar su hogar en una tierra tan prometedora supieran que desde Valis partiría la enorme caravana compuesta por la familia Klensbane, guardias de caravana contratados, servidumbre, esclavos y finalmente los futuros habitantes de lo que al llegar se llamaría Kaldea.
La enorme caravana que recorrió esas tierras fue toda una atracción en cada pueblo que pasaba y Marius con su labia y promesas de cada pueblo conseguía que alguna de las familias sin demasiadas oportunidades en sus tierras se unieran a él con la esperanza de empezar de cero.
A su llegada se instalaron cerca del río Esmel, del lado de las montañas, donde aprovecharon las atalayas que se instalaron durante las "guerras de los pueblos libres" a lo largo del río y el terreno. Desde su asentamiento hasta el término del primer año, las cosas sucedieron con una gran rapidez. A su llegada montaron un campamento y desde el comienzo exploraron los alrededores, boscosos, abruptos, donde las montañas rocosas se alzaban en el horizonte deshaciendo un poco del verde paisaje. La empalizada y los primeros edificios se alzaron durante el primer año, donde aparecieron también las primeras siembras y aún tras la llegada de la caravana el número de seguidores a Kaldea aumentaba por la fama que tuvieron en los caminos.
Los dos primeros años fueron de absoluta prosperidad se alzaron múltibles cabañas, y edifios con cimientos de piedra. Se terminó la empalizada que rodeaba la improvisada villa, y la gran cantidad de esclavos, servidumbre y sobre todo los aldeanos que lo siguieron. Sin embargo no fueron solo familias las que poblaron Kaldea en esos dos años, los rumores y oportunidades que sonaron ligados a su nombre movilizaron a diversos viajeros y buscafortunas que de la mano del nombrado capitán encontraron una manera de hacer rápida e hacer oro a costa de inadagar acerca de los desconocidos alrededores o solucionar problemas en el bosque. Sin embargo, a Marius aún con esa prosperidad le faltaba lo que el siempre llamó la joya de la corona, que no era ni más ni menos que la fortaleza ubicada al otro lado del bosque y hasta la cual no pudieron llegar por la peligrosidad del camino.
Organizó una expedición, y en ella múltiples esclavos gnolls traidos de Narfell, junto con una escolta contratada fueron el principal grueso. Guiados por el explorador que la localizó, Marius y su hijo Deane partieron para conocer lo que sería el fortín de defensa de Kaldea.
En el pueblo aquello fue todo un hito. La gente tomaba a Marius como un salvador dentro de sus funciones, y el hecho de que continuara en la búsqueda de algo mucho mejor para la villa le hizo muy querido por todos. Sin embargo de aquella expedición de marchó nadie regresó, y la incertidumbre y el miedo generados dieron paso a la frustración y desolación. Tanto Marius como su primogénito se habían perdido en la espesura del bosque para no volver, y el orden en Kaldea se tambaleó.
Pese a todo, la determinación y autoridad del capitán nombrado desde su llegada, Hanskel, sirvió para que la calma continuara y para poder prolongarla, Jeremías se nombró alcalde el honor a su hermano. Algo que dejó patente la incapacidad de Jermías para mediar en los negocios y derrochar la fortuna familiar. Adriah Klensbane, la hija de Marius se desligó por completo de su tio, y el golpe que supuso hizo que aquella obsesión oculta por las armas y el mundo de quienes las blandían se convirtió en su nuevo estilo de vida.
Los dos años que sucedieron a la desaparición de su amado fundador, acabaron con la finalización de un gran muro a varias horas del pueblo que iba desde los lindes del bosque hasta la costa fluvial, para intentar mantener a raya a los peligros de la zona, y tener como única preocupación los bosques que quedaron vigilados por los exploradores del pueblo. Poco más destacó en la gestión de Jeremías ya que múltiples de los tratos que tenía su hermano se enfriaron con su muerte y no supo mantenerlos. Con la situación que se acercaba a la aldea comenzaba a surgir la preocupación de cuanto duraría Kaldea si perdiera los suministros que venían de fuera sin haber logrado antes dominar los de la zona. Es por ello que hoy por hoy los viajeros siguen llegando a Kaldea, arrastrados por su fama en el camino, y por la necesidad de la villa de encomendar diversos trabajos a gente de fuera sin arriesgar a su guardia.
A día de hoy tras dos años desde la muerte de Marius la aldea ha pasado del medio millar de habitantes distribuidos entre sus muros y en las granjas de los alrededores. Incluso alguno levantó alguna cabaña cerca de los muros para vivir cerca del trabajo que le encomendaron. Mientras los exploradores vigilan los bosques, los viajeros que llegan reciben el trabajo buscado por parte de Hanskel, quien con el tiempo espera que alguien sea capaz de hacer frente a los problemas que se ocultan más allá del muro sin comprometer la integridad de Kaldea.
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