Sahamferast
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Klins-DnD
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Archi-Némesis de nvl 100
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Caeradwyn "Hojas de furia" Empty Caeradwyn "Hojas de furia"

7/3/2009, 17:43
Sylvandar, un gran refugio, un largo y extraño pasado. Aún recuerdo mi estancia, larga, calmada, y llena de la tranquilidad que uno puede desear para los suyos. Vivía con mis padres, cerca de los lindes del gran bosque, en una pequeña cabaña, encajada entre una agrupacion de grandes árboles, bien camuflada, y acogedora; cercana a un pequeño riachuelo, poco profundo, y no muy ancho donde el agua brillaba con luz propia las horas del mediodía. Mi padre, cazador y guardabosques de aquella zona, apenas tuvo un problema, al menos que yo recordara en los 80 años de mi vida, mis primeros años, y sin duda, los mejores.

Sin embargo en aquel paraje, apartado de la ira de los dioses, recogido, y conmovedor a primera vista, donde el sonido del bosque sería capaz de templar el más frio corazón, donde el rocio de la mañana acariciaba las hojas de los árboles, para luego caer en una armonía casi perfecta, en una mañana más, donde yo caminaba con mi padre hacia la laguna como llevaba siendo costumbre las últimas decadas, donde de camino me enseñaba los mejores, y más apartados rincones del bosque, y a la llegada de la laguna practicaría durante horas el arte de la espada, y probaría puntería contra las rocas apiladas al otro lado de la pequeña laguna. Adoraba aquella travesía, adoraba el paraje, y adoraba el tacto de la piel recubriendo la amplia empuñadura de aquella espada larga, pulida y trabajada y sin apartar de mi mente que al terminar, la tarde me pertenecería para vagar, o acercarme a los enclaves forestales para conocer las nuevas que traían los mercaderes.

Fue a mi regreso de una de esas tardes en la que me acerqué a un pequeño enclave cercano al linde del bosque, cuyo nombre supe de pequeño, y olvidé al no utilizarlo; para mí no era más que la villa donde ver las gentes de más allá del bosque.
Siempre fuí algo distinto a los demás, era más alto que el resto de elfos en la misma etapa de su larga vida, mis brazos habían desarrollado rápidamente su fuerza, ayudando desde pequeño a mi padre y comenzando aquella práctica mañanera desde muy joven. Esbelto, ágil pero robusto y fibroso, una armonía perfecta como muchas veces me aseguró él. Sin embargo recuerdo aún aquellas escapadas, y mis primeras travesías a lo largo del bosque; "Nunca podrás ser un guardabosques si no prestas más interes en lo que haces, ya habrá tiempo para jugar" . . . era tan solo un niño, pero admito que hay poco que haya cambiado desde entonces, seguía desviandome de las tareas cuando encontraba algo que alimentaba mi curiosidad, soñaba despierto, como mi madre decia, y perseguía quimeras entre la espesura del bosque antes que cumplir mi obligación, es curioso, es algo que aún no he olvidado.

Perdona.. por donde iba...Fui a conocer las nuevas noticias de los mercaderes que viajaban de las tierras del este. Allí encontre a un elfo gris de las ciudades libres, un mercader que pareció reconocerme, nunca fui capaz de saber muy bien por qué, pero me preguntó por mis padres, y me aseguró que tenía algo muy especial para ellos, con los cuales tuvo un buen trato al poco de nacer yo. Le acompañé, ensimismado con las historias que me contaba, atrocidades más allá del bosque, que más que asustarme me cautivaron, pero no por su naturaleza en si, sino por comprender lo que me estaba perdiendo del mundo. Cuando pasamos por la laguna me aseguró que sabía llegar desde ahí, y me pidió que le esperara, que volvería a buscarme para darme algo de las tierras del este. Le creí, ingenuo de mi, ya que cercana la puesta del sol, volví a la laguna tras merodear por el bosque, lo esperé el tiempo suficiente para darme cuenta de que no fue más que palabrería y algo me decía que debía preguntar a mis padres sobre aquel comerciante, a primera vista indefenso.

Hm, Cuando regresé no vi el azulado y oscuro riachuelo por el cual pasaba cada día, la cabaña no irradiaba la calma que debería, y un ambiente y olor enrarecido empañaron mi hogar, el pequeño riachuelo no manaba agua, y en su lugar un líquido rojizo corria junto con el agua de la que siempre bebimos, y ahí estaban, mi madre, y mi padre varios metros más allá, junto con la espada, y dos cortes precisos a la altura del cuello. Me culpé, como no iba a hacerlo, aquel elfo, que no parecía ser capaz de levantar una espada y al cual yo guié, había matado a mi madre, y derrotado a mi padre sin demasiadas dificultades aparentes, y desde ese momento, cuando pude recuperar el habla y darles un descanso digno, me juré que lo encontraría, y que buscaría la maestría necesaría para dar con él y agradecerle su visita.

Pasé a vivir como pude en el enclave, sobreviviendo con los conocimientos de mi padre, y practicando días completos con la espada, y el arco, esperando pacientemente en aquella villa, un posible regreso, pero en 20 años, no volvió a regresar. Me perdió la ira, una noche, despues de 20 años de metódica calma y espera, me derumbé como no supe hacerlo entonces, y la mañana siguiente, un mercader del este dispuesto a regresar a las ciudades libres me ofreció acompañarlo, tras encontrarme perdido en una jarra. Vagué y viajé con él por tierras difíciles, poniendo a prueba lo aprendido. Herido en múltiples asaltos, comprendí que el entrenamiento es eso, una práctica irreal de lo que representa la lucha de verdad. Uno no puede pretender que la práctica llevada a cabo durante años se asemeje a 1 solo combate, reconozco que sin embargo esa tradición me salvó la vida. Aprendí en los años en los que viajé con aquel mercader, de mis virtudes y mis carencias, aprendí a centrarme en combate y a no dejar volar los recuerdos ni la mente en los momentos ociosos, aprendí que la mente sigue viajando sin control si no está ocupada, y comprendí que sería así como lograria mantener el rumbo hacia mi objetivo.

Esto me ha acercado un paso hacia mi camino, no tengo prisa por finalizarlo, sé que tendré mi momento a su debido tiempo. Estas heridas, serán parte de las que me llevarán a la completa calma, una vez termine esto no quedará más del guerrero al que te has enfrentado. Quizá se trate de esa furia que mencionaste, como una tempestad, controlada y medida en precisos movimientos trasladados en estas dos hojas.


La figura del joven elfo, se incorporó, sus ojos se perdieron en el horizonte de aquella puesta del sol en la llanura. El verde claro cristalino, pálido y apagado de sus ojos cobraron algo de vida al recordar aquella noche. El susurro del metal al envainar la hoja de su diestra fue lo único que enmudeció el sonido del viento castigando la hierba alta. Miro de reojo al curtido hombre que yacia aferrándose a su último aliento agarrándose la herida abierta en su abdomen tras la cruento combate, alguien como él, dos hombres movidos por un propósito diferente que les obligaba a encontrar la maestría en la batalla, por venganza, por un ideal, o causa.

No puedo jurarte que vaya a encontrar al hombre del que me hablaste, no puedo jurarte que vaya acabar tu viaje. Solo puedo decirte que descanses en paz como guerrero caido en batalla, ante un igual, y con el honor de haberlo dado todo. Gracias... por acercame un paso más...

La delgada y larga hoja en la siniestra se desplazó, como llevada por su propio peso, arrastrando el brazo del elfo, que fijó su mirada en la del caido. Mirada quebradiza, que se apagó cuando el frio acero llevado por la tensión y precisión del corte se transformó en punzada cuando se alineó la hoja con su pecho, y hondó hasta su corazón. Una últiva rafaga de viento pareció llevarse el último aliento de aquel hombre, las pisadas, difusas y ahogadas por la hierba alejaban la figura del joven elfo. No volvió la mirada hacia atras, el viento castigaba su cabellera, medio recortada y recogida en una corta trenza, tan clara y pálida como la hierba seca, ahora bañada con la sangre de un digno adversario, alguien que pudo ser él, y que en cambio se transformó en un paso más para perfeccionar el arte y encontrar al asesino de hace 40 años, que casi siempre vaga por sus recuerdos intentando apartarlo de su meta, y amenazando con detenerle en el camino.

Hojas de furia... si, creo que después de todo es cuanto soy.

El silencio volvió a reinar, y la figura desapareció de aquel y desolado paraje donde el cruento duelo tomó final y la espada quedó inerte, simbólica sobre el rival. Decidido, y victorioso, se alejó continuando su camino hacia la transitada Puntarena con el simple objetivo de encontrar respuestas, o un nuevo paso adelante hacia la eterna calma.

Caeradwyn "Hojas de furia" Shidimah
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