Sahamferast
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AKióN
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Valkaryon "El Bravo" Empty Valkaryon "El Bravo"

30/3/2009, 17:07
Valkaryon "El Bravo"



El tiempo pasa y el olvido acecha en los confines de mi mente, mas el restallar del látigo prevalece, el recuerdo del acero en mis muñecas y aquella creciente sensación de ira cuyo recuerdo aún me eriza el pelo.
Era de noche, pero a los amos no les importaba, hora tras hora engrilletado y castigando la roca con el pico, golpe tras golpe incesante e incansable mientras el polvo de la mina se adhería al sudor de mi piel.
Por aquél entonces era joven y orgulloso, siempre he creído que aquellos latigazos no causaban el efecto deseado, pues cada día que pasaba mi actitud resultaba más desafiante, tanto que algunos de los guardias hacía tiempo que mantenían las distancias a pesar de las cadenas. Supongo que es normal, era más fuerte que ellos y empuñaba un pico.
Hacía bastantes meses que el amo había relegado las funciones en uno de sus hijos, aquello me crispaba y enfurecía en cierta manera, me ofendía que no se dignara en mirarnos si quiera, seguramente los muebles de su casa estuvieran mejor atendidos. Añoraba la cálida luz del sol, no estoy seguro, supongo que llevaba ocho años como esclavo pero aún no había perdido la esperanza de ser libre otra vez, más bien lo veía como una certeza.
Aquella noche algo me alentó, no recuerdo que, pero me animó a dar el paso. Rompí las cadenas con el pico y encaré al guardia más cercano, restalló el aire y el ardiente tacto del látigo rasgó mi piel una vez más, pero no me detuve.
De aquel momento solo recuerdo que me resultó más difícil sacar el pico del pecho del hombre que hundirle en la miseria, un rato después le seguirían unos cuantos más. Sudor y sangre me costó convencer y liberar al resto de esclavos pero el sacrificio se vio recompensado, al salir de las minas observamos con orgullo como los guardias restantes ponían tierra de por medio.
Varios días al sur corríamos perseguidos por una nube de polvo y jinetes, algunos afortunados vestían las armas y armaduras de los guardias, otros se conformaban con el pico que tras largos años de esclavitud, irónicamente se convirtió en la llave de su libertad.

Todo temblaba, ya los teníamos encima cuando nos adentramos en la formación rocosa que nos libró de ser arrollados, dando gracias a los cielos por aquella nueva oportunidad, nos aprestamos a recomponer el grupo y plantar cara a los primeros que se adentraran en los riscos. No hubiéramos tenido ni media oportunidad contra enemigos montados, recibimos su envite entre las rocas y los primeros guardias cayeron sorprendidos ante el ímpetu de los perseguidos, efímera alegría pues nos estaban rodeando.
Sangre y acero bajo el sol del mediodía, una cálida sensación que me alentaba a seguir luchando y me daba fuerzas, no habíamos llegado hasta allí para rendirnos éramos mas pero exhaustos, mal alimentados y la mayoría no habíamos empuñado más que un pico en toda nuestra vida, aún así seguíamos luchando, yo tenía a los dioses de mi lado pues ya había derribado a cuatro.
Durante un breve instante de calma vi un rostro familiar entre los hombres, era el hijo del amo, arrogante y mal criado su mera presencia me enfurecía, pero aun más me enfurecía que el padre mandara a morir a su propio hijo por él. Tras varios golpes mutuos terminamos rodando por el suelo en lo que fue una marabunta de puñetazos, patadas y mordiscos, no me di cuenta pero mis compañeros ya habían sido reducidos, algunos yacían muertos, otros apresados y algunos se habían rendido.
-¡Cobardes¡ Grité furioso, mirando a los ojos al hijo del esclavista, que me sonreía con su cara de estúpido, le posé la mano en el hombro y me vi en sus ojos mientras le hundía el puño en el pecho con tal fuerza que le noté el crujir de alguna costilla, el cachorro de esclavista se quedó sin aire, tropezó con un escudo, se tambaleó y se precipitó de espaldas sobre un pico clavado en la tierra, los hombres de su padre contemplaron absortos la escena mientras este agonizaba a causa del palmo de acero salía de su pecho.
Todo se había vuelto oscuro y la cabeza me daba vueltas, estaba encadenado a unas rocas postrado ante el sol, "hoy sonrío ante la ironía es mi dios y duele mirarle a los ojos". Sus rayos me abrasaba la piel, tenía hambre y aún mas sed, me negaba a caer nuevamente y menos bajo su atenta mirada, me sentí con más fuerza y esperanza, no me rendí hasta que cayó la noche me venció nuestra querida luna.

Al despertar todo me parecía un lejano sueño, estaba en una posada de Valis, bastante más al sur y junto a mí un hombre de rasgos imperiales al cual no había visto nunca.
Debo mucho a este hombre llamado Arksthan, me cuido y me educo como a un hijo, me enseño a defenderme y me mostró el mundo tal y como es, viaje con él durante unos años, hasta que la guerra lo reclamo y yo le acompañe, me aliste en las filas del imperio y tomé a este como patria.

Tras varios años de servicio ya destacaba entre las tropas, mi temple y valía en combate, me habían generado una buena reputación entre los míos. Al final del servicio decidí que era hora de ver mundo, me despedí por un tiempo del hombre que me había adoptado y viaje a tierras alturias, fue cerca de Azra cuando me tope en los caminos con un viejo Harapiento, sucio, mal herido y sollozante, le faltaban tres dedos en la mano izquierda y tenia arañazos por todo el cuerpo. Le sané y le di de comer, cuando se tranquilizó me contó su historia, su pueblo desde hace unas horas maldito estaba infestado de muertos vivientes, su familia había muerto al igual que muchos otros, los pocos que sobrevivían estaban hacinados en la capilla, Tras comer y explicarle lo que tenía pensado hacer, le hice empuñar un hacha que portaba para la leña y lo convencí de que luchara por los suyos y honrara a su familia, que si un extraño como yo estaba dispuesto a dar la vida por ellos, el no podía ser menos.
Le dije -"Lathander es el dios del sol y de la mañana que nos da fuerza y nos trae esperanzas con cada nuevo día, te ganarás su aprobación y el te hará un sitio a su lado cuando partas de este mundo". El pobre hombre que ya había perdido todo lo que tenía, con el hacha a una mano y el alma henchida me dijo que así sería.

El pueblo estaba a menos de una hora por una senda en la montaña, fue una grata sorpresa comprobar que los muertos no eran tantos, pero eran. Nos abrimos paso a golpes de mandoble y hacha hasta la capilla viendo que a las puertas de esta había varios esqueletos y zombis destrozados.
Dentro había unas 30 personas de todas las edades, estaban heridos y asustados solo un señor con una maza al cinturón iba de un lado a otro haciendo lo que podía, cuál fue mi sorpresa al percatarme de que tando  la capilla como el sacerdote eran de Lathander y tras echar una mano como buenamente pude le convencí para que nos ayudara.

Al final de la noche, nuestros pasos nos llevaron hasta el cementerio de la ciudad, ahí sí que había muertos, ni uno se había quedado en su sitio.
En un altar encontramos los restos de un hombre del pueblo, que resultó ser el hermano del alguacil y el arcanista del pueblo y por lo que parecía el estúpido responsable de todo aquel desastre, según el sacerdote había realizado un ritual bastante poderoso y caro para alzar a todos aquellos muertos, pero no había logrado controlarlos.
Teníamos que encontrar la fuente que perturbaba el descanso de todas aquellas almas. Buscamos por el cementerio abriéndonos paso entre zombis y esqueletos que apenas me arañaban la armadura mientras estos caían bajo el peso de mi mandoble. Llegamos a la entrada de un gran mausoleo, según el sacerdote ahí yacían los restos de Seridan Crasus, un legendario paladín de Lathander y Caballero del Amanecer.
La entrada de la cripta estaba custodiada por dos estatuas de ángeles apoyados en mandobles con las alas extendidas. Entramos, la puerta estaba abierta, bajamos las escaleras iluminados por la luz de las antorchas, al llegar abajo, vimos una gran lápida en el suelo, bajo la cual aun descansaba aquel legendario héroe y sobre esta, otro Ángel de piedra con la punta de la espada justo sobre lo que sería el corazón del héroe, pero esta espada era diferente, era de verdad.
Mal momento para distraerse con leyendas de hace cientos de años, de repente escuchamos como se cerraba la puerta de la cripta y unos inquietantes pasos que bajan, solo un par muy pesados y con un sonido metálico que reverberaba por toda la cripta, el resto ligeros y amortiguados como de gente descalza .
Cuando entraron en nuestro circulo de luz alumbrado por las antorchas, pudimos apreciar que eran unos seis no muertos entre zombis y esqueletos, acompañados por un ente embutido en una pesada armadura completa, de tonos cobrizos y negros, adornada con símbolos de Bane y un yelmo cerrado tras el cual se apreciaban dos luceros rojos.

-"Habéis venido a un buen lugar para morir". Nos dijo con voz profunda y antinatural.
Tras lo cual si mediar palabra con él, alcé el símbolo de mi dios en una oración pidiendo fuerzas para hacer frente a aquel oscuro caballero, empuñe mi mandoble y cargué contra el, mientras el sacerdote y el anciano mantenían a raya al resto de no muertos. Cruzamos varios mandobles y en uno de los envites me saltó una de las hombreras a la vez que yo a él, el yelmo, que dejó al descubierto una calavera negruzca cuyas cuencas oculares albergaban sendos orbes rojizos.
El combate estaba igualado, hasta que aquel caballero condenado con un fuerte golpe partió mi mandoble, tras lo cual me la jugué me arrojé contra el evitando de milagro su pesada espada y derribándolo, pasé por encima y sin dudarlo le arrebate la espada a la estatua del ángel, al instante la empuñarla comenzó a emitir una luz blanca y se iluminaron unas extrañas runas en uno de los lados de la hoja, arremetí nuevamente contra el ser que ya se alzaba de nuevo y hendí aquel magnifico mandoble desde el cuello hasta el pecho, partiendo los huesos que había de camino, el ente cayó al suelo y se deshizo, dejando una armadura oxidada y un polvo negro donde habían estado sus huesos lo que causó un efecto similar en el resto de no muertos.

Al día siguiente el sacerdote me entregó la espada y me dio un sobre, "entrégalo en Azra y que Lathander te bendiga", me dijo.
El anciano se quedó mi hacha y dedico el resto de su vida a ayudar al sacerdote.


Tras unos días de viaje llegué a Azra y busque el templo, hablé con un sacerdote, le mostré la espada y le entregué la nota, al poco, me recibieron un par de caballeros y el sumo sacerdote, me agradecieron lo que había hecho y me ofrecieron formar parte de la orden, a lo cual no pude negarme.
Tras el rito de iniciación, el sacerdote me llevó aparte y me pidió que le mostrara la espada, me dijo
-Esta fue la espada de un gran Héroe forjada por enanos, en un lado de la hoja grabaron en runas enanas el nombre del arma, "Amanecer" y el otro en blanco, cuando se la entregaron le dijeron: "si cumpliendo con tu deber esta hoja se quiebra, tráenosla, le pondremos otro nombre y todos los buenos actos que hallas realizado con ella la fortalecerán haciendo de esta un arma un más formidable si es posible, Ten humano empuña la espada de un héroe y compórtate como tal".
-Eso mismo has de hacer tú, si la hoja se quiebra, vuelve a mi por consejo y te diré que hacer.
-Levántate hijo, tu misión es redimir y dar esperanza.

Tras una larga temporada aprendiendo las enseñanzas de Lathander en Azra y alrededores, volví al imperio, pues al sur también necesarian la palabra del señor del alba.

Colaboré con diversas ordenes imperiales, pero sobretodo con los Caballeros del Dragón, donde hice una buena amistad con Darhal, a quien posteriormente acompañe a la batalla del delta y quien luego me envió a Rakverelin.


Última edición por AKióN el 10/5/2015, 22:28, editado 3 veces
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Valkaryon "El Bravo" Empty Re: Valkaryon "El Bravo"

10/5/2015, 22:31
La hoja nunca se quebró en combate, pero si el alma del caballero que ante las dudas sucumbió para alzarse con mas fuerza y valor si cabe.


*Lo que va a ser una historia xD*

Revisada la historia principal.
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